ENVIDIA
La sonrisa en la cara,
la ballesta a la espalda.
Día tras día
porto mi máscara
áurea, esmaltada,
de gemas engarzada.
Vomito palabras
vacías y doradas.
La bestia innombrable
permanece a la espera
con garras coriáceas,
ansias de sangre,
encadenada tan solo
por un hilo de seda.
Mejor no me lo cuentes,
ahórrate detalles,
no sea que rasgues la tela,
rebose en mi cuerpo la hidra
y acabe con tus triunfos
a su manera.
Autora: Vanessa Navarro Reverte. Derechos reservados.
Nunca mejor explicada la envidia, Madelyne, un mal que carcome el alma,
ResponderEliminarUn cariñoso saludo!
Blanca
Gracias, Blanca, es un placer que te pases por aquí. En efecto, es un mal corrosivo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminar