POSESIVIDAD
Primero pensé que eras
el ojo de Dios,
presencia reconfortante
que me guiaba por los caminos correctos.
Me sentía protegida
bajo tu inexorable vigilancia.
Luego empecé a dudar…
¿no es demasiada atención?
Y pasé a pensar que eras
el ojo del Gran Hermano
metiéndose en mi intimidad,
ahogando los resquicios
más ocultos de mi ser, de lo que yo era,
moldeándome como arcilla en tus rudas manos.
Ni un segundo de descuido te permitías,
me permitías. Vivía en una jaula eterna.
Ahora sé que eres
el ojo de Sauron,
una malevolencia
que aterra mis noches y mis días,
que ruge por mi posesión
o la toma por la fuerza.
¿Cómo has podido cambiar tanto?
Me equivoqué: tú no has cambiado.
El monstruo siempre estuvo allí;
es mi ojo el transformado.
Autora: Vanessa Navarro Reverte